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El verano de mi vida
Digamos que este año, no ha sido el esperado o deseado por nada ni nadie. Lo cierto es que nunca quise cumplir los 19, no por nada en especial, simplemente era un número que no me gustaba, una edad que me hacía sentirme estancada, como un puente entre la adolescencia y la edad adulta, algo a lo que no quería enfrentarme todavía.
Sin embargo, como es lógico, cumplí 19, y decidí vivirlos al máximo. ¿Quién me iba a decir a mí que justo en la edad odiada, llegaría una pandemia?
He sido lectora toda mi vida y jamás me creí protagonista de ninguna historia, hasta ahora. Ha sido muy, pero que muy duro. Los primeros meses fueron un tormento en el cual la mente comenzaba a pensar desde que me despertaba hasta que me acostaba, el miedo en ocasiones, invadía mi cuerpo y no era capaz ni de bajar a mi propio perro a la calle. Las pérdidas, la lejanía, el anhelo, la esperanza... Tantos sentimientos y tan pocas soluciones.
Era una situación que te atormenta, pero que a la vez, escapa de tus manos, algo a lo que no puedes poner remedio y te consume poco a poco.
Las cosas fueron mejorando, a decir verdad, en un abrir y cerrar de ojos. La gente, yo incluida, se volvió loca. Volvimos a la calle como si eso fuese un tesoro único.
Como es lógico a mi edad, no podía parar de pensar (y lo sigo haciendo) en la pérdida de un año de mi vida, un año arrebatado que ya nada va a devolverme.
Llegaba el verano, el curso había sido superado con creces y con mucho esfuerzo, aprendiendo a llevar las cosas de otra forma y a hacer todo desde 0, con otros métodos nunca usados.
Veía todo negro, me esperaban al rededor de tres meses grises en los que no tenía ni un plan, ni una esperanza, nada.
Y de repente, lo que esperaba que fuese, el peor verano de mi vida, se convirtió en el mejor. No me he ido a sitios espléndidos, no he realizado un viaje cautivador, no.
Simplemente, he sentido los 19 años, he notado ese puente que tanto me aterraba cruzar.
La madurez que he sentido gracias a estas situaciones, a lo que he podido vivir, a la convivencia con mis amigas, a las decisiones que he tenido que tomar... Todo, me ha hecho crecer como persona.
Me ha hecho sentirme plena, sentir euforia, sentir felicidad.
No todo ha sido bonito, por supuesto, he tenido días muy negros, como es lógico, pero aun asi, me quedo con todos y cada uno de los días de este verano.
Me quedo con cada recuerdo, con cada momento vivido.
Con las noches viendo las estrellas en Arcas, con los días calurosos en los que discutíamos por quién le tocaba ir al Mercadona, con las horas que pasamos en filita y cooperando para poder llenar una piscina enorme mediante cubos sacados de un pozo, con las peleas de pueblo, con los abrazos de oso, con las tarrinas de helado a las cinco de la mañana, con la caza de moscas (siempre recordaremos a Lucía y a Olga), con una de mis amigas mirando autobuses para volver a casa porque no la habíamos dejado dormir, con Mamichula a pleno pulmón, o con Aprendiendo el sexo sin cesar.
Me quedo con la V. con algo que solo nosotras sabemos y comprendemos, me quedo con las lágrimas borradas con risas y con esperanza, me quedo con los consejos mientras mirábamos el atardecer o el anochecer sentadas en unas escaleras a medio hacer al lado de una pobre Oca no alimentada.
Me quedo con Bob Trueno, me quedo con ese amor de verano que me dio la vida y me la quitó unas cuantas veces, me quedo con aquel pantalón de chándal que tanto nos enloqueció, con aquellas personas que conocimos e incluimos en nuestras vidas, con todas las locuras que vivimos, e incluso con la sandía que no duró ni una hora.
Con los chupitos, con los bailes, con TikTok...
En resumidas cuentas, me quedo con todos los momentos que he vivido, me quedo con vosotras.
Ha sido el mejor verano de mi vida, en el que más he reído, en el que más he llorado, en el que más he aprendido y, en el que más he amado.
Ojalá todas las personas aprendiesen a valorar lo que tienen como yo lo he hecho, ojalá todos los veranos y todos los momentos fuesen igual o mejores que este.
Ojalá de nuevo.
24/09/2020